Reto del médico: regresar a sus orígenes
Sostener la vocación a pesar de las frustraciones en la Medicina moderna, es un desafío y una demostración de la fortaleza subjetiva. El ejercicio profesional soñado en la universidad a veces resulta una utopía.
Un médico sufre condena social y hasta un juicio por
mala praxis cuando no ha medicado a un enfermo necesitado, pero la sociedad es
permisiva cuando se ha medicado toda la vida a un sano sin necesidad. Cualquiera puede estudiar Medicina, pero no cualquiera puede ser médico. Ser médico no es un oficio más, es una filosofía de vida…El que elige Medicina, no elige una profesión sino una forma de vivir. Un médico debe tener objetividad para diagnosticar
cuál es enfermedad, pero también subjetividad para saber quién es la persona
enferma.
La esencia del acto médico es servir a quien nos
necesita. No se aprende el sentido de la profesión, si no se somete el ego para
ser útil a los demás.
Ser médico es tener que lidiar con el sufrimiento del
paciente, teniendo la certeza que no habrá solución. Ser médico decirle con
vergüenza a un paciente necesitado de atención, que el hospital no
cuenta con medicamentos para aliviar su dolor y que debe comprarlos.
La historia de la medicina nos enseña que ser médico,
en el verdadero sentido de la palabra, no es solamente ser una persona sabia,
sino, sobre todo, una buena persona. Para ser un buen médico antes hay que ser
buena persona; quizás no alcance, pero es imprescindible.
Al médico no hay que ponerlo en altares ni pedestales
porque su sitio está en el Pueblo, cercano y alcanzable al mismo. A esa altura
sin distancia debe y puede lograr su carisma, su respeto, su humanidad,
eficiencia, eficacia y su grandeza.
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