jueves, 25 de octubre de 2018

SÍNDROME DE PIERNAS INQUIETAS (Enfermedad de Willis-Ekbom)

El Síndrome de Piernas Inquietas (enfermedad de Willis-Ekbom) es un trastorno de origen neurológico, en el que se producen unas sensaciones molestas en las extremidades (principalmente las piernas) durante el reposo, por ejemplo al permanecer sentado o acostado. Estas molestias ocasionan necesidad de levantarse, caminar y moverse. Con el movimiento, las sensaciones desagradables se alivian o desaparecen. El trastorno aparece con cierta severidad en un 2-3 % de la población, y afecta tanto a hombres como a mujeres. Puede aparecer a cualquier edad, siendo más frecuente a partir de la cuarta década de la vida. En aproximadamente un 20 % de los casos hay otras situaciones médicas que explican la aparición de síntomas de SPI, como por ejemplo: anemia, insuficiencia renal, polineuropatía, embarazo, fármacos, etc.

El SPI suele afectar la calidad de sueño, ocasionando somnolencia durante el día, como así también cuadros de ansiedad y depresión que repercuten de manera importante sobre la calidad de vida de las personas afectadas.

Hay que tener en cuenta para el diagnóstico la existencia de familiares con el mismo trastorno (existe predisposición familiar), antecedentes de respuesta a fármacos dopaminérgicos (tratamiento empleado para la enfermedad), y presencia de movimientos periódicos de las piernas durante el sueño y a veces durante la vigilia (aparecen en más de un 80 % de los pacientes). La evolución del SPI suele ser crónica y lentamente progresiva (aumento de intensidad con el tiempo), alterando el sueño en la mayoría de los sujetos. La exploración física y las pruebas médicas habituales suelen ser normales.

Signos y síntomas de la enfermedad

Los términos utilizados por los pacientes para describir los síntomas de SPI suelen ser: “desasosiego”, “hormigueo”, “calambres”, “pinchazos”, “nerviosismo”, “dolor”, “sensaciones extrañas profundas”, “quemazón”, “piernas locas”, etc. Las características principales son:
  • Necesidad irresistible de mover las piernas (o los brazos), acompañada o no de sensaciones molestas
  • Inicio o empeoramiento de los síntomas durante períodos de inactividad, como por ejemplo permanecer sentado o acostado, en la cama, en el cine o durante viajes prolongados (por ejemplo, en el coche o en el avión)
  • Alivio con el movimiento: las molestias se alivian o desaparecen cuando los sujetos con SPI se mueven, caminan o frotan sus piernas. Esta necesidad imperiosa de moverse es la que da el nombre al trastorno.
  • Empeoramiento de los síntomas a últimas horas de la tarde o por la noche: esta característica hace que los pacientes tengan dificultades para iniciar o mantener el sueño. Durante el día las molestias desaparecen o existen, pero con menor intensidad.

Diagnóstico clínico

El síndrome de piernas inquietas puede ser diagnosticado en ocasiones en la consulta por el médico realizando la historia clínica del paciente. Esto quiere decir que el diagnóstico es clínico. No obstante, junto a la historia clínica, algunas pruebas pueden ser de gran utilidad:
  • Análisis de sangre que incluya niveles de hierro y ferritina (este último parámetro se encuentra alterado en muchos pacientes).
  • Estudios en el laboratorio de sueño (polisomnografía nocturna y test de inmovilización sugerida simple o múltiple): se realizan para determinar si existen movimientos periódicos en las piernas (o en los brazos), y para evaluar la calidad de sueño de los pacientes con SPI.
  • Estudios de electromiografía y conducción nerviosa: sirven para descartar lesiones en las raíces y nervios periféricos de las extremidades.

¿CUÁL ES LA CAUSA DEL SÍNDROME DE PIERNAS INQUIETAS?

La mayor parte de los hallazgos de investigación sugieren un trastorno en el funcionamiento de la dopamina, una sustancia presente en el sistema nervioso que está encargada de la regulación del movimiento. A su vez, la dopamina precisa del hierro para funcionar correctamente, y se ha visto que en los pacientes con SPI existe un mal funcionamiento del hierro y/o disminución de los depósitos (niveles de ferritina). Con gran frecuencia, existen familiares cercanos afectados.

¿Requiere tratamiento el síndrome de piernas inquietas?

Deben tenerse en cuenta las siguientes medidas:

Medidas no farmacológicas

  • Es importante mantener un horario de sueño regular, realizar ejercicio físico moderado (a últimas horas de la tarde), y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol (se sabe que éstos empeoran las molestias del SPI).
  • También es importante evitar ciertos fármacos que pueden empeorar los síntomas (antihistamínicos, algunos sedantes que bloquean la dopamina, y ciertos antidepresivos).
  • Si se identifican posibles causas del SPI, lo primero es intentar corregirlas (déficit de hierro, fármacos antidepresivos y algunos bloqueantes de la dopamina, alteraciones en el funcionamiento renal, etc.).

Medidas farmacológicas

En la gran mayoría de los casos, hay que tener en cuenta que el SPI es un trastorno de curso crónico y progresivo. Al principio, se manifiesta de forma esporádica, con discretas molestias que no interfieren de forma significativa con la vida de los sujetos que lo padecen. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la intensidad de síntomas es cada vez mayor y más frecuente, y no es raro que estos pacientes refieran importantes problemas para iniciar y mantener el sueño, presentando gran inquietud, nerviosismo y desasosiego, sobretodo en las situaciones que requieran reposo prolongado. Las consecuencias son muy negativas para el bienestar del paciente, por lo que en estos casos debe plantearse un tratamiento de tipo farmacológico.
Los tratamientos más utilizados son:
  • Agonistas dopaminérgicos: son los fármacos de primera línea. Se utilizan para tratar la enfermedad de Parkinson, y a dosis más bajas, también el SPI.
  • Antiepilépticos: estos fármacos se utilizan para tratar la epilepsia y el dolor neuropático, y también se ha constatado su utilidad para el tratamiento del SPI.
  • Opioides

¿QUÉ DEBO HACER SI SOSPECHO QUE TENGO SÍNDROME DE PIERNAS INQUIETAS?

Lo más recomendable es que acuda a un centro especializado, para ser evaluado y tratado adecuadamente por profesionales especializados en este campo. El médico determinará la intensidad de los síntomas que usted presenta, y valorará el diagnóstico y las alternativas de tratamiento que más se adecuen a su enfermedad.
Direcciones de interés:
Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas

#Porsimelees

martes, 16 de octubre de 2018

El síndrome de fatiga crónica se caracteriza por un cansancio extremo y prolongado que no está relacionado con un esfuerzo previo ni mejora con el descanso. No tiene cura, pero hay tratamientos que ayudan a los afectados.







Lo que conocemos popularmente como ‘fatiga’ implica una sensación de cansancio o incapacidad para llevar a cabo las actividades físicas o intelectuales habituales. Esto puede ser el resultado de un ejercicio físico o psíquico por encima de nuestra capacidad, siendo entonces una fatiga secundaria a este esfuerzo y, generalmente, es proporcional al tamaño de éste. Pero en el síndrome de fatiga crónica van implícitas una serie de características que lo definen. Por un lado, significa que existe una merma en la capacidad física, pero sin relación con ningún esfuerzo previo o asociado con alguno de escasa intensidad. Además, este síntoma permanece por un largo período de tiempo, aunque no necesariamente constante, sino intermitente a veces, que viene a ser de al menos seis meses. Por otro lado, se trataría de una fatiga extrema, con carácter invalidante, incapacitante en la mayoría de los casos, y en la que a pesar del descanso no se consigue mejoría.
El síndrome de fatiga crónica es un problema de salud que tiene un gran impacto sobre la calidad de vida del paciente, ya que puede llegar a discapacitarle hasta el extremo de no poder levantarse de la cama, lo que impide que desarrolle una actividad laboral con normalidad, y también afecta a sus relaciones sociales, familiares, o sentimentales ya que, aunque el malestar no siempre sea continuo, le impide hacer planes, pues nunca sabe cómo se va a encontrar al día siguiente, o incluso al cabo de unas horas. De ahí que la comprensión y el apoyo de la familia y los amigos resulten fundamentales para estas personas.
No se trata de una enfermedad nueva, sino que a lo largo de los años han existido síndromes con síntomas similares

Se conoció el síndrome de DaCosta o corazón del soldado, allá por el siglo XIX; también se le llamó neurastenia. En el siglo XX, atendiendo a un número creciente de casos que se atribuían a un proceso producido por algún virus, se conoció la encefalitis miálgica. El término actual de esta enfermedad, síndrome de fatiga crónica, es el resultado de varios consensos (Criterios internacionales de Fukuda, Criterios de consenso internacional) sobre una serie de síntomas que deben darse para poder hablar de ella con entidad propia, siendo necesario excluir otras patologías de presentación clínica similar, que puedan explicar algunos de estos síntomas, o asemejarse a ella.

El síndrome de fatiga crónica presenta una prevalencia variable, pues muy probablemente una gran parte de los afectados no están diagnosticados aún. Según las poblaciones estudiadas, oscila entre 1% y 1 por 1000, siendo claramente más frecuente en la mujer. La edad de aparición suele ser entre los 20 y los 40 años, aunque hay casos descritos en adolescentes y en ancianos.
El tratamiento actual no es curativo para esta patología, si bien la combinación de medidas farmacológicas, ejercicio físico, y terapias psicoconductuales, pueden aliviar los síntomas, adaptar a la persona afectada al medio en el que vive y, por tanto, llegar a normalizar su vida en la mayoría de los casos.

Causas del síndrome de fatiga crónica

Se puede afirmar con rotundidad que no existe a día de hoy una causa clara que provoque síndrome de fatiga crónica, como tampoco unos factores de riesgo bien definidos. De hecho, existe una enorme controversia no resuelta sobre si su origen es orgánico o psicológico. Y probablemente no es fácil resolver esta cuestión, dado que aunque cada vez existe más evidencia que explica una base orgánica de la enfermedad, este problema suele llevar aparejados una serie de trastornos psicológicos.

Se han postulado distintas teorías para explicar la hipótesis de las 

causas del síndrome de fatiga crónica y su origen
Se han postulado distintas teorías para explicar la hipótesis de las causas del síndrome de fatiga crónica y su origen:
  • Origen vírico: numerosos trabajos científicos han tratado de relacionar esta enfermedad con infecciones por agentes tan diversos como el virus de Epstein Barr, el citomegalovirus, el virus del herpes tipo 6, candidiasis, o el virus de la leucemia murina. Probablemente exista alguna relación, dado que en más de la mitad de los pacientes de síndrome de fatiga crónica suelen describirse los síntomas a partir de un proceso infeccioso, del que se recuperan parcialmente, pero persistirían con un cansancio desproporcionado, algunas adenopatías o ganglios inflamados, dolor de garganta, e incluso fiebre. También se ha demostrado en algunos estudios que existen fragmentos de virus en biopsias musculares de pacientes.
  • Origen hormonal: algunas otras teorías tratan de conectar las alteraciones endocrinológicas que estos individuos presentan, sobre todo tiroideas, con una posible causa en este sentido. Incluso una tercera parte de los afectados padecen alteraciones del cortisol que justifican muchos de los síntomas que posteriormente se describen, o dismenorrea y endometriosis en muchas mujeres.
  • Origen inmunológico: a este respecto se ha postulado una alteración en el sistema inmunológico de las personas afectadas por este síndrome, que enlazaría con la teoría de los virus, dado que estos iniciarían el proceso, y las alteraciones inmunológicas perpetuarían los síntomas por una recuperación insuficiente a causa de un fenómeno inflamatorio crónico.
  • Origen psicopatológico: aunque en la actualidad no se considera su principal causa, es frecuente la asociación de este síndrome con trastornos adaptativos, cuadros depresivos, etcétera.
  • Origen dietético o nutricional: se ha barajado la posibilidad de que el síndrome de fatiga crónica fuera producto de algún déficit nutricional, o consecuencia de alguna intolerancia alimenticia, ya que los pacientes presentan a menudo alergias de este tipo.
Como en otras enfermedades de causas no aclaradas, la hipótesis más probable puede ser la conjunción de varios de estos factores, para finalmente desembocar en este síndrome.

Síntomas del síndrome de fatiga crónica


El pilar fundamental sobre el que gira el síndrome de fatiga crónica es, como su nombre indica, la fatiga, entendida como un cansancio desproporcionado y mantenido en el tiempo. Es, por tanto, el síntoma sine qua non. Las personas que padecen la enfermedad a menudo reconocen un momento concreto a partir del cual presentan este síntoma, progresando con el tiempo hasta una situación incapacitante, que altera profundamente todas las esferas de su vida (personal, social, laboral). Es quizá un proceso infeccioso agudo el que habitualmente desencadena este y el resto de síntomas, como por ejemplo una mononucleosis, o un catarro de vías respiratorias.
Asimismo existe una alteración de la memoria y de la concentración en estas personas, que les impide ejercitar sus actividades rutinarias con normalidad. Se acompañan generalmente de cefalea y alteraciones del ánimo.
Entre los síntomas del síndrome de fatiga crónica que pueden asemejar a un proceso infeccioso, destacan la inflamación de los ganglios del cuello o de las axilas, que suelen ser dolorosos, el dolor de garganta prolongado, el dolor articular sin inflamación ni rigidez, e incluso cierto grado de fiebre.
En un alto porcentaje de los casos, superior al 50%, pueden presentar síndrome seco, o al menos parte de sus síntomas, pero sin criterios analíticos de enfermedad de Sjögren.
Es frecuente que estas personas puedan presentar lipotimias o desvanecimientos, así como sudación excesiva y mareos con bajadas de tensión.
Los afectados por síndrome de fatiga crónica presentan algunos puntos comunes con otros trastornos de causa también desconocida, como el síndrome del intestino irritable, manifestando períodos de diarrea y estreñimientodismenorrea y endometriosis; tiroiditis autoinmune; síntomas similares a la fibromialgia, aunque hoy por hoy se reconocen como dos entidades distintas, y trastornos depresivos que agudizan en algunos casos los síntomas somáticos.
Según los consensos que definen la enfermedad, los criterios clínicos para identificar el síndrome de fatiga crónica deben ser:
  1. Fatiga crónica persistente al menos seis meses, o intermitente en este período de tiempo, no explicable por un esfuerzo, que no mejora con descanso de al menos 24 h, y que ocasiona una reducción superior al 50% de la actividad que realizaba previamente el individuo.
  2. Exclusión de otros procesos patológicos que pudieran explicar esta fatiga extrema.
Además de estos dos criterios se deben dar cuatro o más de los siguientes síntomas para calificarlo como síndrome de fatiga crónica:
  • Alteración de la memoria y de la concentración.
  • Dolor de garganta.
  • Inflamación dolorosa de ganglios del cuello o axilas.
  • Dolores musculares.
  • Dolores articulares sin inflamación ni rigidez.
  • Cefalea de inicio reciente o diferente a la habitual.
  • Alteraciones del sueño.
  • Malestar de más de 24 h tras un esfuerzo.
En 2015, una revisión internacional resume los criterios en la presencia de fatiga invalidante durante más de seis meses, cansancio extremo tras esfuerzos habituales y descanso no reparador, lo que debe acompañarse de alteración cognitiva (memoria/concentración), o inestabilidad ortostática (mareos, desvanecimientos).

Diagnóstico del síndrome de fatiga crónica

El principal mecanismo para llegar al diagnóstico del síndrome de fatiga crónica es basarse en los criterios internacionales de consenso expuestos en el apartado anterior. Es cierto que, al presentar síntomas tales como adenopatías, dolor de garganta, cefalea, etcétera, muchos pacientes recorren infinidad de consultas de especialistas y centros médicos en busca de otros diagnósticos que tienen una expresión clínica similar.
Por este motivo, y como criterio mayor del diagnóstico de la enfermedad, deben quedar excluidas otras patologías, por lo que es necesario realizar una analítica completa. Se acepta universalmente que dicho análisis incluya parámetros para descartar anemia, elevación de enzimas musculares, parámetros inflamatorios reumáticos, hormonas tiroideas, anticuerpos de lupus y de artritis reumatoide, pruebas microbiológicas para descartar infecciones como tuberculosishepatitis B y CVIHbrucellasífilis, etcétera, y determinación funcional de cortisol y sus derivados.
Para diagnosticar el síndrome de fatiga crónica es importante también realizar algunas pruebas de imagen tales como ecografía abdominalTAC torácico y abdominal y electromiograma, de tal manera que se descarte también la presencia de algunos tumores o linfomas que pueden presentar algunos rasgos comunes.
Es recomendable también la valoración psicopatológica por parte de un especialista, dado que debe determinarse con claridad si existe algún trastorno de ansiedaddepresión, o de otra índole, que pueda explicar los síntomas de estas personas. Aun no siendo así, los pacientes con síndrome de fatiga crónica deben también tener un seguimiento en este sentido, pues la psicoterapia puede ser de gran ayuda.
Se debe hacer hincapié en que, a pesar de sus puntos comunes con la fibromialgia, son dos entidades independientes y que presentan criterios clínicos diferenciados a la hora de hacer distinciones en su diagnóstico. Ambas son de curso crónico, con tratamientos no curativos, que se manifiestan con síntomas somáticos, aunque la fibromialgia con puntos gatillo bien definidos, pero también con alteraciones anímicas, y ambas con resultados analíticos negativos para otras enfermedades. En este sentido, es importante que la sociedad y los médicos conozcan la enfermedad de síndrome de fatiga crónica, para poder realizar un diagnóstico correcto y encaminar a los pacientes hacia las terapias más beneficiosas para cada uno de ellos.

Tratamiento del síndrome de fatiga crónica


En la actualidad no existe un tratamiento que consiga curar el síndrome de fatiga crónica. Existen, eso sí, varias líneas terapéuticas que, de forma combinada, permiten al paciente llevar una vida cercana a la normalidad y convivir de manera razonable con este problema.
Por una lado, la terapia cognitiva-conductual permite una mejor adaptación del paciente para asimilar como es vivir con su enfermedad y cómo afecta a su entorno y a él mismos los cambios que conlleva el SFC. Esta debe ser impartida por profesionales (psicoterapeutas) en sesiones de unos 60 minutos, no menos de 4-6 meses, y es esencial que se aplique desde el principio del diagnóstico. En ocasiones ha mostrado beneficio la terapia grupal, donde cada paciente exprese y conozca todas las vivencias de los casos de este trastorno.
Por otro lado, es recomendable realizar ejercicio físico. En este sentido se debe recalcar que este ha de estar diseñado para cada persona concreta, mediante una actividad física saludable adaptada a su capacidad, en torno a sesiones de 30 minutos, evitando sobreesfuerzos en períodos de mejoría, pues puede provocar una recaída de los síntomas. Es evidente por todo lo conocido hasta ahora de esta enfermedad que la inactividad física o el reposo prolongado pueden empeorar la sintomatología. Es aconsejable también la supervisión de un fisioterapeuta para adaptar el ejercicio a los distintos grupos musculares y llevar a cabo un correcto programa deportivo.
El tratamiento farmacológico para el síndrome de fatiga crónica también debe combinarse con los otros dos métodos anteriores. Los antiinflamatorios pueden aliviar dolores musculares y articulares en momentos de mayor intensidad de estos síntomas, aunque en algunos trabajos científicos se ha demostrado mayor beneficio con los corticoides a dosis bajas y durante cortos períodos de tiempo. Además, los corticoides pueden tener indicación médica en los casos en los que existan episodios de desvanecimiento y lipotimias en relación con alteraciones de los niveles de mineralocorticoides.
Los fármacos antidepresivos y ansiolíticos no deben usarse de manera sistemática, pero sí aportan mejoría en los pacientes con evidencia de trastornos depresivos asociados. Para este fin se utilizan amitriptilina, nortriptilina, paroxetina y sertralina. Algunos casos abandonan este tratamiento por escaso beneficio clínico y efectos adversos. Y en el caso de medicamentos ansiolíticos, incluso pueden empeorar los síntomas musculares, agudizando el cansancio y la debilidad.
Otros tratamientos con galantamina, inmunoglobulina, rituximab o aciclovir no han demostrado un beneficio suficientemente consistente en el síndrome de fatiga crónica, por lo que no están recomendados de manera sistemática, sino que pueden ser probados en algunos casos concretos a juicio del médico.
Y en otro orden, existen terapias alternativas como la hidroterapiaacupuntura, shiatsu, reiki, etcétera, que deben ser valorados individualmente.

Pronóstico del síndrome de fatiga crónica


El síndrome de fatiga crónica sigue un curso crónico, de tal manera que los afectados deben aprender a convivir con sus síntomas y adaptarlos a su vida cotidiana con unos niveles mínimos de dolor y de fatiga como para intentar incorporarse a su vida normal. Lo habitual es que la sintomatología oscile; de tal manera que existan períodos muy molestos, alternando con otros apenas sintomáticos.
En cuanto al pronóstico del síndrome de fatiga crónica, aunque los estudios donde se han medido porcentajes de recuperación funcional arrojan cifras muy variables, se estima que en torno al 30% mejoran en los primeros cinco años de la enfermedad hasta niveles donde pueden reanudar una actividad laboral y una funcionalidad cercana a la normalidad, y casi un 50% en los primeros diez años. No llega a existir una invalidez absoluta, como pueda suceder en otros trastornos musculares o neurodegenerativos, aunque persiste de manera crónica un cierto grado de fatigabilidad con una actividad pequeña.
En estos mismos trabajos no hay claros factores identificados a los que se pueda atribuir un mayor o menor índice de mejoría, pero sí está aceptado desde un punto de vista científico que no existe una menor supervivencia de estas personas, dado que no existe una afectación de órganos vitales distinta a la población general.
Hasta ahora, los tratamientos expuestos son los recomendados por los consensos médicos internacionales y, aunque no ofrecen una curación del síndrome de fatiga crónica, mejoran y adaptan a los pacientes a su enfermedad y a su entorno. Se debe ser especialmente cauto a la hora de recibir información prometedora, pero no probada con las suficientes garantías científicas, dado que puede originar información confusa, y efectos deletéreos. No obstante, existen ensayos en marcha de cara a conocer más sobre las causas y que permitirán facilitar en un futuro tratamientos más eficaces.
Existen asociaciones de afectados por síndrome de fatiga crónica, que proporcionan soporte psicológico y médico, donde los pacientes pueden encontrar apoyo y las herramientas disponibles para sobrellevar esta enfermedad.
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El hambre alcanza a 821 mill. de personas en el mundo❗ 🍏En el #DíaMundialdelaAlimentación súmate al #NoDesperdicio, apuesta por un consumo responsable y ayúdanos a alcanzar el #HambreCero #porsimelees


Hoy 16 de octubre también celebramos Día Mundial De La Alimentación

Un dia como hoy, 1945, se creó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) El #DíaMundialDeLaAlimentación nos invita a generar conciencia sobre el problema alimentario mundial y la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.

VERÓNICA CASADO, LA MEJOR MEDICO DE FAMILIA DEL MUNDO



VERÓNICA CASADO, LA MEJOR MEDICO DE FAMILIA DEL MUNDO
La española Verónica Casado ha sido elegida la "mejor médico de Familia del mundo", el premio más prestigioso que concede la Wonca (Premio Cinco Estrellas).Con el que distingue la excelencia en la asistencia sanitaria de determinados profesionales. Casado logra el galardón tras haber sido designada sucesivamente como la mejor médica de familia de Europa e Iberoamérica. La vallisoletana ha sido elegida la "mejor médico de Familia del mundo"
Tras este galardón, Casado representará al continente europeo en el próximo congreso mundial que tendrá lugar en 2018 en Corea del Sur con el objetivo de alcanzar el premio mundial de esta misma categoría, con el que se reconoce a un único médico de familia por su trabajo como proveedor de asistencia con una visión integral, pero también por su capacidad de tomar decisiones, trabajar en equipo o atender a la comunidad en su conjunto.
Casado es médica de familia en el Centro de Salud Parque sol de Valladolid, pero también cuenta con una dilatada experiencia en el ámbito de la docencia, la investigación, la edición de libros especializados y la colaboración internacional.
Especialista en medicina familiar y comunitaria desde 1986 y doctorada en Medicina y Cirugía desde 1987, también ha trabajado como subdirectora de planificación sanitaria del Ministerio de Sanidad y fue presidenta de la Sociedad de Medicina Familiar y Comunitaria de Castilla y León.
En lo que se refiere a su vertiente como investigadora, Verónica Casado ha participado en 643 obras, entre las que destacan su papel como editora jefa de cuatro libros y autora de 32. Entre estas publicaciones destaca su papel como editora jefa del 'Tratado de medicina de familia y comunitaria', de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).
Entre las organizaciones con las que ha colaborado, destaca la Organización Mundial de la Salud (OMS), con una participación en múltiples encuentros y congresos de salud mental y diabetes y sobre atención primaria, organizados por este ente, como, por ejemplo, los organizados en Finlandia en 1994, en Montreal en 1995 o en Madrid en 2003.
Fuente: El Confidencial

16 de Octubre Día mundial de los anestesiologos

Felicitar en el día mundial de los anestesiologos a todos aquellos profesionales de esta especialidad que con su pericia acompañan a los paciente en los momentos mas decisivos para su bienestar.
La historia del uso de la anestesia viene del siglo XIX cuando se utilizó el óxido nitroso y el primer anestésico a base de éter durante una cirugía, y el 16 de octubre de 1846 fue la primera demostración pública de anestesia quirúrgica, cuando William Morton le administró éter a un paciente en el Hospital General de Massachusets, Estados Unidos.
La Anestesiología es la especialidad médica dedicada a la atención y cuidados especiales de los pacientes durante las intervenciones quirúrgicas y otros procesos que puedan resultar molestos o dolorosos (endoscopia, radiología intervencionista, etc.). Asimismo, tiene a su cargo el tratamiento del dolor agudo o crónico de causa extraquirúrgica.
Desde entonces la anestesiología se ha convertido en una práctica que propende por aliviar el dolor durante la cirugía y las enfermedades.
Podemos recalcar que la responsabilidad del médico especialista en Anestesiología es cada vez mayor, es un proceso que va desde el estudio y valoración del paciente, previo a la administración de la anestesia, para seleccionar el procedimiento de menor riesgo y más apropiado en cada situación, vigilando permanentemente las condiciones trans-operatorias del paciente hasta la recuperación post-anestésica.